Luis M. Rojo Bofill, Universitat de València y Ingrid Mosquera Gende, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
El sharenting, la exposición de información relacionada con menores por parte de sus cuidadores –una práctica que incluye imágenes, vídeos, o datos personales del menor– se ha vuelto cada vez más común.
Aunque el término hace referencia a los progenitores y cuidadores cercanos, atañe también a otras figuras de su entorno, como el profesorado. Todos ellos son referentes y modelos para el menor, quien puede resultar muy vulnerado por esta práctica en auge en las redes sociales.
Información personal y huella digital
Una fuente de riesgos relacionados con el sharenting es la aportación de información que facilita la identificación e interacción con el menor. Este tipo de datos, como sus gustos o sus rutinas, son susceptibles de ser utilizados por terceros de manera inadecuada.
Además, la acumulación de información sobre la identidad y el pasado de una persona, su huella digital, también puede resultar fuente de muchos problemas. Una imagen comprometida, por ejemplo, podría dar lugar a una situación de acoso escolar, o formar parte de la misma. Por otro lado, compartir datos sobre la salud podría tener consecuencias futuras. Pese a esto, las publicaciones sobre los menores se comparten frecuentemente sin su consentimiento, un fenómeno que se ha disparado en los últimos años.
Esa exposición en redes sociales podría además tener consecuencias psicológicas en los menores, según están empezando a plantear algunos profesionales de la salud mental.
Sharenting y autoimagen
La importancia que se concede a la imagen o al éxito cuando se genera contenido sobre el menor puede impactar en su manera de percibirse a sí mismo y a lo que le rodea. En estos casos, ese niño o niña es frecuentemente consciente de que su imagen está siendo compartida y, por tanto, juzgada por otros, lo que puede tener especial repercusión en una persona con un autoconcepto y pensamiento crítico que se encuentran en proceso de construcción.
Además, si la imagen es previamente editada, el mensaje que se transmite puede entenderse como: “tal y como eres no es suficiente para ser aceptado; tu imagen debe ser modificada para agradar”. Estos aprendizajes, que en el sharenting son promovidos por el entorno del menor, influyen en cómo la persona se considera y se compara con los demás.
La mercantilización de los menores
Por otro lado, cuando el contenido en redes sociales está relacionado con menores tiene una mayor difusión. Esto promueve que, en ocasiones, los cuidadores compartan información, buscando más visibilidad, así como beneficios directos o indirectos. Ello supone una mercantilización de la imagen del niño o niña.
Es más, la repercusión aumenta si la información incluye imágenes comprometidas o del menor sufriendo. Aquí, no solo se nutre la huella digital, sino que el cuidador puede llegar a generar situaciones artificiales para grabarles en situaciones desagradables (por ejemplo, creando vídeos en los que se les humilla).
En algunos casos, cuando el pequeño está sufriendo, en vez de responder a su malestar de una manera que les ayude a regular sus emociones, se les graba, propiciando aprendizajes peligrosos sobre cómo gestionar las emociones.
Desconfianza en su figura de referencia
Las dinámicas que ocurren en torno al sharenting influyen, además, en la relación entre el menor y sus cuidadores. Las situaciones que genera esta práctica puede incrementar la desconfianza hacia ellos. En casos extremos, los niños podrán llegar a dudar de si un paseo responde a un deseo de disfrutar juntos o a una necesidad de generar likes, o incluso de si un regalo es únicamente fruto de una colaboración.
De la misma forma, esta práctica pone en duda los límites de la intimidad propia y de la relación con el cuidador: si como hijo te cuento una experiencia muy personal o si como alumno te escribo una carta que acaba siendo pública, ¿qué parte de mí puedo confiarte? ¿Qué debería dejar de compartir sobre mí con los demás?
Responsabilidad compartida
El sharenting puede llevar la exposición de los menores al extremo, monetizándola, buscando impacto y seguidores. Pero no hace falta llegar tan lejos: una sola imagen ofrece datos de lugares, de edades, etc. Además, la propia fotografía puede ser empleada con finalidades malintencionadas. Por tanto, como profesionales, debemos recomendar evitar compartir datos de los menores en redes sociales.
Como familias, intentemos no subir imágenes de los pequeños de la casa a cualquier red social y, en caso de hacerlo, debería ser siempre de forma consciente, meditada, consentida y responsable. Precisamente ahora, en verano, no podemos dejar de señalar los riesgos potenciales de compartir imágenes o vídeos de menores en playas o piscinas.
Recordemos que esto incluye las fotos de perfil de Whatsapp, red en la que tenemos contactos con los que puede hacer años que no hablamos o con los que no tenemos confianza o son completamente desconocidos. Por eso resulta importante revisar la configuración o evitar poner imágenes con menores.
Como educadores no debemos subir fotografías del alumnado a nuestras redes, ni a nivel personal ni como centros educativos. Aunque tengamos el permiso de los progenitores, deberíamos buscar otros modos de trasladar nuestras actividades por medios privados o sin exponer a los estudiantes. Al fin y al cabo, compartir experiencias del aula o del centro en redes sociales identificando al menor no responde a ningún objetivo didáctico o pedagógico.
Finalmente, como usuarios de redes sociales, intentemos no viralizar, compartir, comentar o dar like a vídeos, imágenes o a información relacionada con menores. Desde todos los ámbitos de la sociedad podemos contribuir, de un modo u otro, a cuidar a nuestros niños y niñas.
Luis M. Rojo Bofill, Facultativo Especialista en Psiquiatría en H. La Fe, Valencia, Spain. Profesor Asociado, Universitat de València y Ingrid Mosquera Gende, Profesora Titular de Universidad. IP del Grupo de investigación TEKINDI, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net