Rocío Serrano Rodríguez, Universidad de Córdoba; Antonio José Carpio Camargo, Universidad de Córdoba; José Guerrero Casado, Universidad de Córdoba y Tamara Murillo Jiménez, Universidad de Córdoba
¿Se ha preguntado alguna vez si ese adorable vídeo de un oso polar asustado por un cachorro de foca es real? En la era de la inteligencia artificial generativa, crear imágenes y vídeos hiperrealistas es más fácil que nunca.
La generación de contenido creado con esta tecnología está transformando la forma en que percibimos la fauna silvestre, planteando serios desafíos: muchas de esas representaciones son falsas. Estas imágenes y vídeos pueden engañar incluso a los ojos más expertos, distorsionando nuestra comprensión del mundo natural y poniendo en riesgo los esfuerzos de conservación.
La era de la desinformación también afecta al mundo animal
Las redes sociales se han convertido en un terreno fértil para la difusión de imágenes generadas por inteligencia artificial. Su facilidad de creación y el fuerte impacto emocional que pueden provocar han llevado a la proliferación de escenas encantadoras pero irreales: animales realizando comportamientos imposibles o animales silvestres mostrando una relación afectiva con los humanos.
Ya sabíamos que las imágenes y vídeos de animales, especialmente de perros y gatos, son uno de los contenidos más compartidos en redes sociales. Vemos ahora que los algoritmos de la IA son especialmente eficaces generando imágenes atractivas cuando el contenido incluye animales, más que cuando lo hacen con personas reales.
Animales protagonistas en redes
El contenido que despierta ternura o asombro se comparte más, y eso motiva a muchos creadores a recurrir a la IA generativa para maximizar su alcance. Estas imágenes a menudo antropomorfizan a los animales, haciéndolos más comprensibles o entrañables para el espectador humano, aunque representen escenas completamente ficticias e inverosímiles.
Por ejemplo, un vídeo de unos veterinarios asistiendo un parto de una tigresa tiene más de 51 millones de reproducciones en Instagram y está generada por IA. Otros vídeos que tratan los animales como personas pueden volverse virales, como una capibara acicalándose en una bañera (49 millones de reproducciones en TikTok), o un canguro en la puerta de embarque de un avión (casi 20 millones de reproducciones en Instagram).
Falta de contacto real con la naturaleza
A esto se suma una desconexión creciente de la ciudadanía con la naturaleza. Muchas personas, en especial jóvenes, tienen poco contacto directo con la fauna silvestre, lo que dificulta que puedan distinguir entre lo real y lo falso.
De ahí que algunos puedan llegar a creer en criaturas mitológicas como los unicornios o en híbridos imposibles, como los “perro-gato” o los “hipogrifos”. ¡La fantasía cobra forma digital!
Las consecuencias invisibles
¿Qué niño o niña no ha soñado con ir a lomos de un unicornio?
Esta creatividad sin límites a la que nos da acceso la tecnología no supone solo un problema en cuanto a fomentar nociones erróneas de la vida silvestre. Algunas imágenes falsas pueden generar una percepción errada sobre la abundancia o distribución de ciertas especies, dando la impresión de que no están en peligro cuando en realidad podrían estar al borde de la extinción.
También pueden interferir con el conocimiento ecológico: si las características físicas, ecológicas o comportamentales de los animales son manipulados digitalmente, el público puede adquirir una comprensión distorsionada de la realidad, dificultando el aprendizaje científico y la acción conservacionista.
Por ejemplo, algunos vídeos creados por IA muestran comportamientos afiliativos y de cooperación entre especies que en el mundo real compiten entre sí, o incluso tienen un relación de depredadores y presas. En otros el tamaño, la forma o los colores no se corresponden con la realidad. Otros vídeos muestran densidades de animales inusualmente elevadas, de nuevo, falsas.
Educar para discernir
¿Cómo garantizar que las futuras generaciones desarrollen una relación sana y sincera con la naturaleza? La respuesta pasa por la educación, la regulación tecnológica y la colaboración entre ciencia y comunicación.
Los niños y las niñas comienzan a usar las tecnologías y a consumir todo tipo de información desde edades cada vez más tempranas. Por ello, es fundamental fomentar el pensamiento crítico y la alfabetización digital desde la primera infancia. Las redes sociales, por su parte, deben asumir mayor responsabilidad y procesos más transparentes de generación de imágenes limitando la difusión de contenido falso.
La alianza entre la comunidad científica y los profesionales de la comunicación es clave para crear materiales educativos rigurosos que enseñen a distinguir la ficción de la realidad. También lo es el desarrollo de tecnologías que permitan detectar contenido creado con IA con precisión.
Lo que puede hacer cada uno de nosotros
Pero la lucha contra la desinformación comienza por la ciudadanía. Estas son algunas cosas que todos podemos hacer para evitar que el contenido falso se difunda:
- Poner en duda: antes de compartir un vídeo o imagen de animales, pregúntate si podría ser falsa. ¿La fuente es fiable? ¿La escena resulta plausible?
- Verificar: busquemos otras fuentes que validen la imagen. Basémonos sobre todo en información de organizaciones de conservación y medios reconocidos.
- No compartir contenido dudoso: si tenemos dudas es mejor abstenernos. Evitar propagar desinformación también es una forma de proteger a la naturaleza.
- Educar: hablar del tema con nuestro entorno ayudará a fomentar el pensamiento crítico y compartir herramientas de verificación.
- Participar: podemos involucrarnos en proyectos de ciencia ciudadana como [ConCiencia-2] de la Universidad de Córdoba, que permiten conocer y documentar la fauna real de forma activa y educativa.
La verdad también puede ser viral
La proliferación de imágenes y vídeos falsos de animales representa un reto creciente, pero no insuperable. Podemos contrarrestarlo con información verificada, pensamiento crítico y acción colectiva. Además, la tecnología bien utilizada puede acercarnos más que nunca a la naturaleza real.
La verdad también puede hacerse viral. Abordar la desinformación en torno a la fauna silvestre requiere un compromiso activo con la veracidad y la divulgación basada en evidencia. Promover imágenes y relatos fieles a la realidad biológica no solo fortalece la cultura científica, sino que también fortalece las estrategias de conservación al fomentar decisiones informadas y socialmente responsables.
Rocío Serrano Rodríguez, Profesora del Departamento de Educación, Universidad de Córdoba; Antonio José Carpio Camargo, Profesor del Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal, Universidad de Córdoba; José Guerrero Casado, Profesor del Departamento de Zoología, Universidad de Córdoba y Tamara Murillo Jiménez, Investigadora Predoctoral, Universidad de Córdoba
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net