
Javier Lillo Ramos, Universidad Rey Juan Carlos
Últimamente parece que cada vez nos encontramos más a menudo con noticias sobre grandes inundaciones repentinas, enormes avalanchas, erupciones volcánicas y otros eventos catastróficos con elevados impactos económicos e inasumibles pérdidas de vidas humanas.
Y ante ello, podríamos preguntarnos si es que ahora hay un mayor riesgo ante estos fenómenos naturales que en el pasado.
¿Qué es un riesgo y qué es un peligro natural?
Empecemos por determinar qué entendemos por riesgo. Entre las numerosas definiciones, consideremos aquella que hace referencia a las pérdidas y daños potenciales en personas, bienes, infraestructuras, servicios, etc. que puede sufrir una comunidad ocasionados por un fenómeno en un periodo dado de tiempo y determinados de forma probabilística en función de la peligrosidad del fenómeno y la exposición y vulnerabilidad de esa comunidad.
Javier Lillo, CC BY-SA
Por otra parte, un peligro natural se refiere a la posible ocurrencia de fenómenos o eventos físicos naturales que pueden tener efectos adversos sobre elementos vulnerables y expuestos a ellos.
La peligrosidad de estos fenómenos se determina en términos de la probabilidad de que ocurran y de su intensidad o magnitud. Su evaluación en un entorno espacial dado permite elaborar cartografías de peligrosidad, por ejemplo, de zonas inundables, donde se pueden combinar esos dos factores (probabilidad de que ocurra un evento de determinada magnitud).
En las cartografías de peligrosidad se utiliza el “periodo de retorno” (Tr) o el tiempo promedio que transcurre entre dos eventos de una misma magnitud. Así, si un evento tiene un periodo de retorno de 100 años significa que, probabilísticamente, se espera que ocurra una vez cada 100 años con cierta magnitud. Sin embargo, la baja probabilidad de ocurrencia no asegura que no vayan a darse varios fenómenos de esa magnitud o superior en un periodo de tiempo inferior.

Confederación Hidrográfica del Duero, 2019
A diferencia de los peligros de origen antrópico, los peligros naturales son la manifestación de fenómenos que han sucedido a lo largo de la evolución terrestre. En muchos casos (por ejemplo, erupciones volcánicas, grandes sismos, tsunamis), la dinámica de estos fenómenos no va a estar afectada por la intervención humana. Pero hay otros casos, como las inundaciones, donde la actividad antrópica sí puede alterar de manera directa, positiva o negativamente, los factores y la dinámica de los procesos naturales y su peligrosidad.
Exposición y vulnerabilidad
El segundo componente del riesgo es la exposición de una población al peligro, entendida como los elementos en esa comunidad que pueden verse afectados o dañados por su presencia en la localización del evento.
Así, un área superpoblada tendría un alto grado de exposición, implicando tanto los efectos directos (daños y pérdidas en bienes materiales, infraestructuras, servicios, personas, etc.) como los indirectos (se incluyen aquí los impactos psicológicos y socioeconómicos, sanitarios y culturales a medio-largo plazo). Son precisamente esos impactos indirectos los más complejos de valorar en términos de exposición.
El tercer componente del riesgo de un peligro natural es la vulnerabilidad, entendida esta como el grado de afectación o propensión al daño producido por un peligro en bienes materiales, infraestructuras, servicios, personas, etc. La vulnerabilidad depende de muchos factores, que en gran parte están relacionados con el nivel de desarrollo económico, cultural y social de la población afectada, siendo mayor la vulnerabilidad cuanto más bajo sea el nivel de desarrollo. Por ello, generalmente, los países y zonas más pobres van a sufrir efectos más catastróficos y las mayores pérdidas.
No se trata ya del número de personas afectadas, sino del grado de preparación y respuesta –que depende del desarrollo socioeconómico y tecnológico (infraestructuras, servicios, desarrollo urbanístico, etc.) y la gobernanza– frente al evento.
Áreas densamente pobladas con mayor peligrosidad
Si el riesgo es el resultado de la combinación de peligrosidad, exposición y vulnerabilidad, el peor escenario corresponderá al caso en que los tres factores sean elevados. La vulnerabilidad y la exposición no son factores totalmente independientes, ya que para que haya vulnerabilidad tienen que existir elementos expuestos al peligro.
Así, puede existir un área muy despoblada con una peligrosidad alta. Allí el riesgo sería bajo, ya que no hay exposición ni vulnerabilidad por la ausencia de personas. Pero en muchos casos, las áreas con mayor peligrosidad son las que están más densamente pobladas, tal y como ocurre en muchas zonas inundables en el sureste español, donde la ocupación urbanística y la densidad de población son muy elevadas.

Cánovas-García y Vargas Molina (2024), CC BY-SA
¿Podemos cambiar la situación?
Excepto en el caso de las inundaciones, donde sí podemos modificar la peligrosidad introduciendo alteraciones en el medio (por ejemplo, con sistemas de laminación de avenidas), en la mayoría de los peligros naturales la magnitud y recurrencia del fenómeno van a depender exclusivamente de la dinámica natural. En esos casos, para disminuir el riesgo solo queda reducir la exposición y/o la vulnerabilidad.
Respondiendo a la pregunta con la que iniciábamos este artículo, efectivamente el riesgo (mayores pérdidas en el evento catastrófico) parece haber aumentado, pero ello tiene que ver, en la mayoría de los casos, más con un incremento en la exposición (más población en áreas potencialmente peligrosas) que con un aumento de la peligrosidad o de la vulnerabilidad. Ahora tenemos más herramientas para protegernos y mitigar el peligro.
No podemos descartar que las alteraciones climáticas estén aumentando la peligrosidad de algunos fenómenos (inundaciones, avalanchas en montaña, etc.) al incrementar su intensidad y frecuencia. Así, volviendo al contexto de las inundaciones en España, parece existir una estrecha relación entre el aumento extraordinario de la temperatura del mar Mediterráneo y la recurrencia e intensidad de las danas.
Sin embargo, todavía no se ha demostrado de forma rigurosa el alcance de esa relación. Si se considera el riesgo global por inundaciones, las proyecciones a futuro indican que el aumento de población expuesta (especialmente en los países de PIB bajo, más vulnerables) tendrá una mayor incidencia que los efectos de las alteraciones climáticas.
Javier Lillo Ramos, Profesor de Geodinámica y coordinador del Grupo de investigación sobre Cambio Global Terrestre y Geología Ambiental, Universidad Rey Juan Carlos
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net