Elea Giménez Toledo, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)
Lo opuesto a una conversación secreta, prohibida o confidencial: eso es The Conversation. Una conversación para todos los públicos. Un espacio cotidiano para hablar de ciencia. Una conversación entre científicos y lectores no necesariamente especializados, pero ávidos de conocimiento; curiosos, con ganas de aprender de todas las disciplinas; interesados por saber cuáles son las evidencias científicas tras muchas de las situaciones que afrontamos como individuos o como sociedad, desde las más trascendentales hasta las más cotidianos.
La llegada de The Conversation a España, hace ya siete años , fue como un descorche para la divulgación científica en español: se destapó la botella y emergieron textos burbujeantes, artículos frescos, partículas de ciencia para ser saboreadas y celebradas por todos. Fue como si centenares de temas de investigación estuvieran esperando su momento para salir del ámbito estrictamente científico. Miles de investigadores encontraron una vía que los animaba a comunicarse de otro modo y con otros públicos.
Siempre ha habido buena divulgación científica, pero no siempre ha sido tan extensiva, pues no ha estado incorporada en el día a día de la actividad de los investigadores; bien por falta de cultura de la divulgación –podría ser vista como una actividad menor–, bien porque hasta hace muy poco no había sido reconocida en la evaluación de la carrera investigadora, el caso es que la divulgación no era una práctica regular de los investigadores.
Realizada por pocos y brillantes comunicadores de la ciencia y, quizá, en canales o formatos selectos, como el documental televisivo o el ensayo científico, la divulgación ha encontrado siempre a su público. Hace ya muchas décadas que la cadena de televisión y radio del Reino Unido BBC apostó por programar ciencia en horario de máxima audiencia. Fue y es su manera de hacer llegar la ciencia a la mayoría, impulsando así la cultura científica.
También The Conversation ha logrado con su propio modelo hacer de la divulgación científica algo extensivo. Ha logrado reunir artículos de los más variados temas y de todas las disciplinas de humanidades, ciencias sociales, biomedicina, ciencias experimentales y exactas o ingeniería. Los ha editado, los ha mejorado y los ha hecho llegar a una buena parte de la sociedad, a los colegios e institutos y también a los científicos que, conociendo muy bien nuestro campo, queremos saber más de otros.
La esencia del multilingüismo en la comunicación científica
La función de conectar la ciencia con la sociedad se realiza desde la edición en español, cuyo aniversario celebramos este mes, pero también desde las otras diez ediciones de The Conversation (Australia, Estados Unidos, Canadá, África, Francia, Reino Unido, Indonesia, Brasil, Nueva Zelanda, The Conversation Global y The Conversation Europe) y en distintos idiomas.
Es importante destacar este punto, pues es a través de las lenguas de cada región o país como se transfiere conocimiento científico a la sociedad, a las empresas o las instituciones. Por ello, distintas iniciativas internacionales vienen reivindicando el multilingüismo en la comunicación científica.
De hecho, la Iniciativa Helsinki dedica su primera recomendación a la necesidad de apoyar la difusión de resultados de investigación en cada idioma en beneficio de la sociedad. Esa es la labor inestimable de The Conversation: impulsar la transferencia de conocimiento a sectores no académicos, incrementar el nivel de conocimiento científico de la sociedad y sensibilizarla sobre la ciencia como respuesta para avanzar y solucionar problemas.
Es meritorio que sin ser una estructura institucional, y con una financiación reducida, proveniente de las aportaciones de fundaciones y de un conjunto de instituciones académicas y científicas, además de donaciones particulares, The Conversation desarrolle esta ineludible tarea en favor de la sociedad.
La plataforma es un espacio privilegiado en el que confluyen científicos comprometidos con la transferencia, lectores ávidos de conocimiento e instituciones que creen en el valor de la divulgación científica y que, por tanto, apoyan e impulsan el proyecto. Además, hay una piedra angular: el equipo de periodistas expertos. Su trabajo es un rasgo distintivo del proyecto; tanto, que forma parte del lema: “Rigor científico, oficio periodístico”. Leen y editan los artículos originales, son parte esencial de la calidad de lo que se publica y, por tanto, de su aceptación. Conforman un equipo entusiasta, unido y convencido del valor que tiene el proyecto.
Tuvieron un extraordinario maestro: Luis Felipe Torrente. No dejamos de recordarle nunca pues, sutil, humilde e inteligentemente, nos fue dejando gestos y aprendizajes valiosísimos a todos. En cada artículo publicado hay un poso de él.
Un feliz encuentro
Por lo que he podido analizar, observar y experimentar en estos años, diría que The Conversation ha fomentado el placer de divulgar. “Quien lo probó, lo sabe”, escribió Lope. Y utilizo esta cita sobre el amor porque entre los académicos y The Conversation se ha producido una especie de flechazo, un feliz encuentro entre el afán por divulgar –estaba latente– de los investigadores y el lugar para hacerlo, unido al cuidado editorial del equipo.
Muchos hemos visto el proyecto The Conversation como un canal privilegiado para transmitir conocimiento a una amplia variedad de lectores, gracias al modelo de publicación en abierto, sin ningún tipo de muro de pago y con licencia Creative Commons, lo que permite, entre otras cosas, que más de 500 medios de todo el mundo hayan republicado los artículos.
Creo que, además, la posibilidad de divulgar mediante artículos cortos, rigurosos y muy conectados a los intereses de la sociedad, ha servido también para que los investigadores, al colaborar con la plataforma, nos preguntáramos por lo que hacemos, para qué y a quién sirve; entendiendo “servir” en un sentido amplio, y recordando aquí, de nuevo, incansablemente, a Nuccio Ordine en La utilidad de lo inútil. Pero, además, hemos podido comprobar que nuestro conocimiento, expresado en otro registro, en otros circuitos y en otro canal, interesa y llega a muchos lectores.
Los más de 14 500 artículos publicados hasta el momento han reunido más de 350 millones de lecturas. Alienta mucho saber que, más allá del ámbito científico, la ciencia también interesa. Alienta especialmente en tiempos de desinformación y despropósitos.
Solo con buena ciencia a raudales, que pueda ser encontrada y disfrutada por todo el mundo, es posible, poco a poco, satisfacer la curiosidad, despertar el interés por cuestiones de distinta índole y distintas disciplinas y, a la larga, tener una sociedad con mayor conocimiento científico, mejor valoración de la investigación y mayor sensibilidad hacia lo que representa. No es este un asunto menor, pues resulta más que evidente que necesitamos más información científica que nunca para saber lo que nos está ocurriendo y cuáles son las soluciones para atajar los problemas que enfrentamos.
Dice el dramaturgo Juan Mayorga que “escuchar es una cualidad moral”. Así nos gusta reconocerlo en los millones de lectores que son escuchantes de esta enorme conversación sobre ciencia.
Elea Giménez Toledo, Presidenta del comité asesor de The Conversation España. Científica del Instituto de Lengua, Literatura y Antropología (ILLA), del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net