
Tomás Lafarga, Universidad de Almería y Ana Sánchez Zurano, Universidad de Murcia
El cambio climático es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. La concentración de dióxido de carbono, principal responsable del calentamiento global, ha alcanzado en la atmósfera niveles sin precedentes. Aunque sus efectos se sienten en todo el planeta, son especialmente intensos en las ciudades, donde se genera más del 60 % de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El dióxido de carbono también se acumula dentro de los edificios. En ambientes cerrados, proviene de la respiración humana y de actividades cotidianas como preparar el café o encender la calefacción durante los meses de invierno, especialmente si se utilizan combustibles fósiles. En espacios pequeños, mal ventilados y con alta ocupación, los niveles de este gas pueden aumentar rápidamente.
Una alta concentración de dióxido de carbono en interiores afecta directamente a la salud. Puede provocar fatiga, falta de concentración, dolores de cabeza e incluso somnolencia. La ventilación es fundamental para controlar este problema, pero depende en gran medida de la calidad del aire exterior. En entornos urbanos contaminados, abrir las ventanas puede ser más perjudicial que beneficioso al facilitar la entrada de partículas dañinas.
¿Qué son las microalgas?
En la búsqueda por construir edificaciones y ciudades más sostenibles y resilientes frente al cambio climático, la arquitectura y las microalgas comienzan a caminar de la mano.
Las microalgas son organismos fotosintéticos como las plantas o las algas que vemos en las playas. A diferencia de sus parientes más conocidos, realizan la fotosíntesis de manera mucho más eficiente. Capturan dióxido de carbono y liberan oxígeno al ambiente. Además, crecen rápido y necesitan pocos recursos para desarrollarse.
En la naturaleza, las microalgas desempeñan un papel clave. Forman parte del fitoplancton, la base de la cadena alimentaria acuática, y ayudan a regular el equilibrio de gases en la atmósfera. Se estima que generan más del 50 % del oxígeno que respiramos.
Tony Rees, CSIRO/Wikimedia Commons, CC BY
Fachadas vivas
Estas características han llevado a científicos y arquitectos a imaginar cómo integrar estos diminutos organismos en las estructuras urbanas para que colaboren activamente en la lucha contra el calentamiento global.
La idea es usar microalgas para transformar los edificios en sistemas activos de purificación del aire mediante la integración de estos microorganismos, dando lugar a lo que se conoce como filtros biológicos en fachadas o terrados. El ejemplo más conocido es el edificio BIQ House en Hamburgo, Alemania, el primer edificio del mundo que incorpora una fachada viva con microalgas. Este sistema no solo reduce la huella de carbono del edificio, también actúa como aislamiento térmico y control solar dinámico, mejorando la eficiencia energética.

Gunnar Ries/Flickr, CC BY-SA
Beneficios para el medio ambiente y la salud
Los sistemas con microalgas ofrecen múltiples beneficios tanto para el medioambiente como para la salud de las personas. Al absorber dióxido de carbono del aire, ayudan a reducir la huella de carbono de los edificios. Además, mejoran la calidad del aire interior al filtrar contaminantes y aumentar la concentración de oxígeno. Esto es especialmente valioso en espacios cerrados.
Adicionalmente, permiten una ventilación más limpia, purificando el aire exterior antes de introducirlo al interior del edificio. También se pueden utilizar para purificar el aire a la salida del edificio, contribuyendo a combatir el cambio climático en las ciudades.
Por otro lado, las microalgas pueden actuar como barrera solar, reduciendo la temperatura interior y el uso de aire acondicionado. Y por último, estos organismos pueden aprovecharse como fuente renovable de energía o como materia prima para producir productos agrícolas e incluso alimentos.
Retos y oportunidades
Esta tecnología aún está dando sus primeros pasos. Sus posibilidades y fortalezas son enormes. A pesar de ser prometedora, su integración requiere inversión, adaptación arquitectónica, y que nuestra sociedad quiera incorporarla en sus centros de trabajo y hogares.
Para que sea aplicable a gran escala, se necesitan superar algunos obstáculos. Es necesario optimizar procesos desde un punto de vista energético, y mejorar su capacidad de capturar el dióxido de carbono. Hay otros desafíos técnicos dado que son seres vivos y, como tales, son sensibles a factores como la temperatura, difícil de controlar.
En el futuro, esperemos no muy lejano, podríamos ver edificios sostenibles capaces de limpiar el aire, absorbiendo el dióxido de carbono que generamos y produciendo la materia prima para un sinfín de aplicaciones. Las microalgas, invisibles a simple vista, pueden ser nuestras aliadas para combatir el cambio climático y mejorar la calidad del aire que respiramos. Si hemos sido capaces de incorporarlas en nuestros zumos y las usamos como pienso de nuestras mascotas, ¿por qué no dejarlas crecer en nuestros hogares?
Tomás Lafarga, Investigador del área de Ingeniería Química, Universidad de Almería y Ana Sánchez Zurano, Profesora Ayudante Doctor, Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net