
María Ángeles Lezcano Vega, IMDEA AGUA; Daniel Carrizo Gallardo, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC); Gabriel A. Pinto, Université Libre de Bruxelles (ULB); Laura Sánchez García, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) y Victor Parro, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)
La posibilidad de que exista vida fuera de la Tierra ha fascinado a la humanidad durante siglos y ha calado en la cultura popular, como prueba el hecho de que esté presente en numerosas canciones y películas.
Sin embargo, a pesar de siglos de reflexión, la definición de “vida” sigue siendo un desafío. El concepto ha evolucionado para hacerse cada vez más universal: la NASA la describe como “un sistema químico autosuficiente con la capacidad de tener evolución darwiniana”. Pero aún tiene algunas limitaciones. Actualmente es la definición más utilizada y sobre ella se orientan las estrategias de búsqueda de vida fuera de la Tierra.
Esta búsqueda se centra en encontrar características que apunten, de forma directa o indirecta, a la existencia de una biosfera en otro cuerpo celeste. La presencia de agua líquida o ciertas composiciones atmosféricas planetarias son evidencias indirectas de un entorno que puede ser habitable.
Por otro lado, la detección de compuestos orgánicos (por ejemplo, lípidos o ADN) o estructuras biomineralizadas (como fósiles) en otros cuerpos celestes son evidencias directas de vida, ya sea pasada o presente.
Meteoritos: ventanas a otros mundos
Las misiones espaciales son importantes para la exploración in situ de cuerpos celestes como Marte (por ejemplo, las misiones Viking o la actual Mars 2020 de la NASA). Complementariamente, el estudio de meteoritos –rocas extraterrestres llegadas a la Tierra– representa una excelente oportunidad para investigar el material orgánico extraterrestre que pudo haber llegado a la Tierra y su posible relación con el origen de la vida en nuestro planeta.
La posibilidad de que la vida haya llegado desde otro lugar del espacio a través de meteoritos forma parte de la teoría de la panspermia y abre la puerta a comprender la posibilidad de que exista vida extraterrestre.
En un reciente estudio, analizamos un meteorito del tipo condrita carbonácea llamado El Médano 464 (EM 464), encontrado en 2019 en la cordillera de la Costa del desierto de Atacama (Chile). Nuestro objetivo era dilucidar el origen (biológico o no) de los compuestos orgánicos del interior del meteorito.
Aunque el desierto de Atacama es de los más áridos del mundo, las rocas pueden ser colonizadas rápidamente por microorganismos. Por lo tanto, para saber si los compuestos orgánicos del meteorito eran propios o se debían a contaminación de microorganismos terrestres, analizamos en paralelo muestras de suelo de alrededor del meteorito.
Rodrigo Martínez, CC BY-SA
Contaminación terrestre
Los análisis del interior del meteorito mostraron una gran variedad y cantidad de lípidos, moléculas hidrocarbonadas que forman las membranas celulares de todos los seres vivos que conocemos. La concentración de estos lípidos, en particular la de ácidos grasos, fue hasta diez veces superior a la de los suelos de alrededor.
Aunque los ácidos grasos pueden ser producidos por microorganismos, también pueden formarse por procesos abióticos, es decir, no biológicos. Para determinar si los ácidos grasos encontrados en el meteorito provenían de organismos o eran resultado de reacciones físicas y químicas, analizamos la proporción de isótopos estables del carbono: ¹³C y ¹²C. Se trata de dos formas distintas del mismo elemento químico (carbono) que varían en la cantidad de neutrones de su núcleo.
Así, detectamos un enriquecimiento de los ácidos grasos en ¹²C (el isótopo de carbono preferido por la vida), lo que indica que estos compuestos orgánicos son de origen biológico. Esto significa que el meteorito EM 464 ha sido colonizado por microorganismos terrestres, incluso en las regiones más internas de la roca.
Asimismo, el análisis de ADN extraído del interior de la roca confirmó la contaminación por bacterias características del desierto de Atacama, al coincidir la composición microbiana con la encontrada en la base de datos de los suelos de la región.

Gabriel A. Pinto, CC BY-SA
Refugio en condiciones ambientales extremas
Curiosamente, la composición de bacterias del meteorito fue más diversa que la de los suelos de alrededor. Esto sugiere que la roca extraterrestre pudo haber servido de refugio para los microorganismos, protegiéndoles de las duras condiciones ambientales externas al ofrecer mejores condiciones para vivir y mejores condiciones de preservación de los compuestos orgánicos que el suelo expuesto.
El desierto de Atacama es uno de los lugares más áridos del planeta. Caracterizado por precipitaciones inferiores a 10 mm por año, presenta drásticas oscilaciones de temperatura entre el día y la noche y una alta radiación ultravioleta. Por todo ello, mientras que la superficie del desierto es un lugar inhóspito, las rocas son un lugar mucho más habitable y agradable para la vida microbiana.
La llegada de microorganismos transportados por el viento desde regiones más lejanas del desierto también podría explicar la mayor diversidad bacteriana en el meteorito en comparación con los suelos. El viento es un medio eficaz para la dispersión de microorganismos adheridos al polvo en el desierto de Atacama. Constituye una vía de entrada de diversos microbios a la roca extraterrestre en comparación a los suelos de alrededor.
Los resultados de nuestro estudio ilustran la facilidad de los meteoritos para contaminarse una vez llegan a la Tierra, lo que complica la identificación de vida extraterrestre aquí. Esto pone de manifiesto la relevancia de las misiones espaciales que persiguen detectar vida (o sus restos) fuera de nuestro planeta (por ejemplo, en Marte).
María Ángeles Lezcano Vega, Investigadora en Ecología Microbiana, IMDEA AGUA; Daniel Carrizo Gallardo, Biogeoquímica de Ambientes Extremos, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC); Gabriel A. Pinto, Postdoctoral Researcher, Université Libre de Bruxelles (ULB); Laura Sánchez García, Doctora en Geociencias e Investigadora en Biogeoquímica de Lípidos en el Centro de Astrobiología, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) y Victor Parro, Profesor de Investigación, Astrobiología, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net