Félix Valdivieso, IE University
En los mejores tiempos de la fotografía analógica, Kodak, uno de los fabricantes de material fotográfico más importantes del mundo, lanzó la campaña momentos Kodak para asociar su producto con situaciones memorables, conmovedoras o emotivas, personales o globales, que merecían ser capturadas en una fotografía. Esos momentos eran conocidos mundialmente.
Sin embargo, en 1975, el ingeniero Steve Sasson, que trabajaba en Kodak, inventó la primera cámara digital y, de paso, daría pie al peor momento Kodak de la historia de la compañía. Este hito tecnológico permitía tomar fotografías sin necesidad de película, que es lo que Kodak se hartaba de vender. Sasson había anticipado el futuro, pero su compañía estaba anclada en un pasado del que no se quería -o no se podía– liberar.
“Las fotos impresas han estado con nosotros por más de 100 años, nadie se ha quejado de ellas, son muy económicas, así que, ¿por qué alguien querría mirar su foto en una pantalla de televisión?”.
Esa fue la respuesta de Kodak a la propuesta de Sasson, a quien prohibieron hablar de la cámara digital a nadie de fuera de la compañía. Lo que vino después es de sobra conocido: uno de los peores bochornos empresariales de la historia reciente. Cambiaron los gustos del público y las cámaras digitales se pusieron de moda, mientras Kodak seguía vendiendo películas. La empresa se fue a la quiebra y se vió obligada a cerrar en 2012. Le había llegado su más infeliz momento Kodak.
Burgueses contrarrevolucionarios en la China de Mao
El cierre de las universidades en China durante la Revolución Cultural (1966-1976) fue una medida impulsada por Mao Zedong. Para él, la educación superior no era más que un generador de intelectuales burgueses contrarrevolucionarios. Así que se cerraron las universidades durante ese período, reabriendo de forma limitada a partir de 1970 con criterios de selección basados en la procedencia de clase, la devoción revolucionaria y las conexiones con el partido comunista.
No fue hasta 1977 cuando se restableció el examen nacional de ingreso a la universidad (gaokao), y volvió a imperar un sistema de méritos. Este es el momento Mao de China en relación a la educación superior.
Más de trece siglos de tradición
La China imperial tenía un sofisticado sistema de exámenes (kējǔ, 科举) para acceder al estatus de funcionario del Estado, los conocidos como mandarines. Estas pruebas hunden sus orígenes en la dinastía Suí (581-618) en el siglo VII y duraron hasta 1905, casi coincidiendo con la caída del imperio Qīng, en 1911.
Según las épocas, los exámenes duraban de uno a tres días. A los candidatos se los encerraba en una habitación, se los identificaba por un número y sus pruebas eran copiadas por un tercero, con objeto de que no se reconociese su identidad por la caligrafía. Todo ello para garantizar un juego limpio e imparcial, pues los candidatos se jugaban el destino de su vida.
Cara y cruz de los exámenes imperiales
El profesor del MIT Yasheng Huang afirma que si tuviera que resaltar una diferencia fundamental entre China y otras civilizaciones, diría que esa sería la existencia de los exámenes imperiales. A lo que añade que, si por un lado son una bendición, por el otro son una condena.
Los señala como culpables directos de la monopolización estatal del talento humano en China: los mejores se convertían en mandarines. Y como culpables subsidiarios de que el Estado privase a la sociedad del acceso al mejor talento y a la posibilidad de tener una religión, un comercio y una intelligentsia organizados.
Para Huang, los exámenes imperiales fueron una causa muy significativa del declive en China de la acción social colectiva, uno de los rasgos distintivos de una sociedad civil. De ahí el título de su libro, publicado en 2024, “The Rise and Fall of the EAST”, entendido ese EAST (Este), no como punto cardinal sino como acrónimo de los rasgos definitorios de China: Examination (examen), Autocracy (autocracia), Stability (estabilidad) y Technology (tecnología).
La gran liga universitaria china
“¿Por qué esta antigua civilización, con una historia de más de dos mil años, ha entrado en declive en la era moderna? ¿Por qué está por detrás de los países modernos del mundo?”
Esa era la pregunta que, en 1991, se planteaba el político e intelectual chino Wang Huning, en su libro America against America.
Desde la llegada al poder de Deng Xiaoping (1978), China tuvo claro que su progreso dependía de elevar el nivel educativo de su población tras los estragos provocados por la Revolución Cultural maoísta.
En 2009 se creó la Liga C9, integrada por nueve universidades y similar a la Ivy League estadounidense. Estas nueve instituciones concentran el 10 % del presupuesto nacional de investigación para el 3 % del total de los investigadores y el 20 % de las investigaciones.
Hablando de bárbaros
La primera y única vez que Homero usó la palabra bárbaros en la Iliada lo hizo para calificar al pueblo de los carios, de los que dice que tenían bárbaro lenguaje. No está claro si se refería a que pronunciaban el griego con acento extranjero o si era su lengua caria la que era muy extraña a oídos griegos. De ahí que Homero acuñara esa palabra bar-bar-o, repitiendo dos sílabas, que es como los griegos imitaban el sonido de los carios.
Posteriormente, la palabra se fue cargando de otros significados, para terminar designando cualquier tipo de atrocidad.
Cuando hablaba de bárbaros en mi libro “China para los nuevos bárbaros”, lo hacía para llamar la atención sobre el hecho de que hay una cierta ignorancia cuando hablamos de China. Me parecía oportuno apoyarme en una palabra de larga tradición. Pero lo que nunca pensé es que tendría que hablar de barbaridades.
¿Desmantelar Harvard?
La embestida de la Administración Trump contra Harvard, una de las universidades más reconocidas del mundo, no puede recibir sino el calificativo de barbaridad. La semana pasada se le prohibió inscribir a estudiantes internacionales alegando un supuesto adoctrinamiento izquierdista y antisemitismo. También ha revocado visados estudiantiles. Y, por si fuera poco, ha exigido a las universidades que entreguen información sobre los estudiantes que han participado en las protestas estudiantiles.
Lo que busca la Administración Trump es, ni más ni menos, que Harvard no admita estudiantes extranjeros. La medida dejaría fuera a 6 500. Además de que Harvard perdería los mejores talentos internacionales, también se infligiría un enorme daño a lo que es, y ha sido hasta ahora, el american spirit (el “espíritu americano”: libertad, progreso, perseverancia, inclusión, acción ciudadana).
Aunque la medida ha sido bloqueada temporalmente por un juez de distrito, no sería la primera vez que la Administración Trump se saltase un mandato judicial. El caos está servido.
Universidades: innovación científica y dinamismo económico
La situación es tan grave que Jerome Powell –el presidente de la Reserva Federal, nombrado por Trump durante su primer mandato– no ha podido callarse. Por ello, al dirigirse a los estudiantes de la universidad de Princeton en el discurso de graduación de mayo de 2025, recalcó que las universidades estadounidenses son la envidia del mundo y un activo crucial para que EE. UU. pueda continuar liderando en innovación científica y dinamismo económico.
Por otra parte, también Powell ha sido blanco de las críticas de Trump. Por su negativa a bajar los tipos de interés, que mantiene entre el 4,25 y el 4,5 % para contener la inflación, el presidente lo ha llamado “Mr. too late” (señor demasiado tarde) y “Major loser” (gran perdedor).
Lo que opina el mundo
El resto del mundo observa atónito cómo la administración federal intenta desmantelar el sistema universitario estadounidense que, durante décadas, ha sido uno de los polos de atracción y baluarte del éxito económico y tecnológico de EE. UU.
En la línea de acoger lo que otros no quieren, el gobierno de Hong Kong ha hecho un llamamiento a las universidades honkonesas para que atraigan ese talento extranjero que EE. UU. quiere rechazar ahora.
Los chinos no pueden sino esbozar una sonrisa: ellos ya vivieron su salvaje arremetida contra sus universidades durante la Revolución Cultural y saben que es una acción que no trae beneficios. América está viviendo sus propios momentos Mao, que quizás pronto se rebauticen como momentos Trump.
Félix Valdivieso, Chairman of IE China Observatory, IE University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net